Por décadas, mi abuela endulzó con sus caramelos los fines de semana y feriados en el parque principal de ese municipio barahonero.
Esa labor tesonera le mereció el cariño de niños y adultos. A sólo una cuadra, muchos pasaban por el hogar de doña Gisela a saludarle, buscando algún consejo y hasta para guardar el “limpia botas” en el patio.
Su enfoque era aún mayor cuando, a puerta cerrada, organizaba cada detalle de la contabilidad del pequeño negocio que fue vital para levantar a sus cinco hijos.
Ellos la sepultan hoy 3 de octubre en el cementerio de un municipio que les abraza confortando su luto.
Su rostro vivirá en el recuerdo de tantos niños, ya crecidos, que disfrutaron tantas tardes y noches especiales en el parque.
A mí hace tiempo que me dejó de herencia el amor por el trabajo digno… siempre digno… la frente en alto, la firmeza de propósito y el sagrado compromiso de la maternidad responsable.
Abuela, hasta siempre”. ed
El autor es Periodista Edwin Díaz González.